martes, 5 de abril de 2011

Sol petrificado

Quien vino y se fue…

Dicen muchos que tener un hij@ es lo más grande de este mundo. Y no lo dudo, aunque todavía no alcanzo a concretar la magnificencia de ese hecho tan grandioso. Trato de imaginarlo y compararlo con lo que siento, disfruto y sufro con mi sobrina, pero dicen que no es comparable.

Hace unos meses decidimos intentarlo, tener un hij@, y desde el mismo día que el test de embarazo me dio la respuesta positiva me inundé de ilusión, alegría y energía. Fue una cosa tan espontánea e inexplicable… Los días tenían un color especial, un entusiasmo incansable e infinito.

Sin embargo, la varita mágica invisible que todo lo domina quiso que aquella ilusión se viera truncada y fue, en ese momento, cuando ya no había hueco para la esperanza, cuando realmente me percaté de que aquella ilusión no era tan sólo eso, sino mucho más. Si hubiera sido sólo una ilusión me habría sentido mal tan sólo los primeros instantes y habría sido fácil olvidarla. Pero no, no ha sido tan sencillo y es que sentía que no era tan sólo un proyecto, un sueño o una ilusión. Era eso y mucho más que eso. Era una VIDA, era una criaturita luchando por nacer y sobrevivir, era sangre de mi sangre, era una voluntad conjunta materializada en el hilo de la vida. No era el sueño de tener un hij@ era el sueño y la rotunda voluntad de tener ese hij@ y no cualquier otr@.

Por eso, aquellos momentos eran instantes donde no había consuelo posible. Las palabras de ánimo de la gente que me rodeaba se basaban en el futuro nuevo intento de embarazo, pero eso para mí no suponía ningún aliento. Mi pena más profunda sólo se enraizaba en la búsqueda de una explicación que diera respuesta al por qué el destino te pone una vida en camino y antes de llegar a ver la luz se la lleva, sin darle oportunidad de hacer ni ver nada. Esa criatura no pidió venir al mundo, al igual que no lo pedimos ninguno de los vivientes, pero es que además no tuvo la oportunidad de acertar o errar con sus hechos, con sus pensamientos ni con sus sentimientos. Entonces, ¿por qué la vida le dio luz para luego quitársela tan repentinamente?

Nunca lograré encontrar la explicación que tanto he buscado. Además, he llegado a la conclusión de que, aún en el supuesto de que encontrara esa explicación, tampoco cambiaría mi sentir. Por eso, en momentos como éstos, sólo queda como salida pegarse a la razón como única vía de escape, acogerse a aquellas palabras del médico que decían que cuando la naturaleza había decidido eliminar esa vida era por razones de supervivencia de la especie, e intentar la completa recuperación física y anímica para volver a intentar con el tiempo un nuevo embarazo.

Pero en mi recuerdo y en mi corazón siempre existirá la huella de quien vino y se fue repentinamente pero siempre permanecerá conmigo.

M05/04/2011
13:55

La espiral infinita.