viernes, 7 de mayo de 2010

¿De verdad es necesario sufrir para aprender?

¿Cuántas veces hemos escuchado aquella frase de que “nadie escarmienta en el ojo ajeno”? Nuestros padres y nuestros abuelos la sacan a relucir a cada paso, aunque les cueste un poco más aceptar sus consecuencias.

Está claro que un buen ejemplo siempre ha enseñado más que unas simples palabras, porque como dice aquella frase célebre “las palabras incitan, pero el ejemplo arrastra”. Pero aún así…¿se aprende tan sólo viendo el ejemplo o es necesario sufrir la experiencia en nuestras propias carnes para asimilar la lección?

Aunque pudiéramos pensar que la simple observación de un modelo ejemplar puede enseñarnos es evidente que podemos imaginar los resultados y como se sienten las personas que han vivido la experiencia que nos sirve de ejemplo, pero no sabemos realmente cuáles han sido sus sentimientos, sus sensaciones ni el esfuerzo que les supuso.

Hoy día, en una sociedad donde triunfa el victimismo, casi todo el mundo se enorgullece de haber sufrido. Quizás el único aspecto positivo de ese sufrimiento sea el aprendizaje que se puede sacar de él, si es que verdaderamente se ha obtenido. ¿Pero tan sólo aprende el sufridor? Yo me niego a aceptarlo. Al menos me niego a aceptar que todas las personas de este mundo estemos tan obcecadas en nuestras propias vidas y no tengamos en consideración lo que sucede a nuestro alrededor. El egoísmo y el orgullo no pueden ser tan extremados como para olvidar o ignorar el sufrimiento y el esfuerzo que han vivido o aún hoy soportan nuestros antepasados, nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros compañeros…

El Estado de Bienestar nos ha alejado de la “mala vida” del pasado pero, ¿nos ha cegado tanto como para ser tan necios y tirar a la basura todo el aprendizaje arrastrado de generación en generación? Es frecuente ver hoy día cómo un ingeniero o licenciado se cree superior a otra persona que jamás pasó por la universidad ni por el instituto. Parece que la experiencia personal está infravalorada o quizás sea que estamos tan inflados de autoestima, o por qué no decirlo, de chulería, que nadie puede igualarnos o superarnos en sabiduría. Y yo me pregunto, ¿esa es nuestra superioridad?, ¿esa es nuestra sabiduría?

Sólo el tiempo nos demostrará que no somos todopoderosos, que hay otros a los que la vida les ha enseñado más sin pasar por la universidad y que la ignorancia de su ejemplo nos ha llevado a lo más hondo de la estupidez humana.
V07/05/2010

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