lunes, 23 de agosto de 2010

Las ventanas de la conformidad.

Contra la tendencia americana

¿Queremos que la política española se convierta en la moneda de cara o cruz que rige en el sistema estadounidense?

A menudo me encuentro inmersa en conversaciones sobre política y la intención de voto, sobre todo cuando se acercan las fechas de elecciones. Y el dato más significativo y más preocupante que encuentro es la absoluta apatía de muchos ciudadanos por los políticos, los partidos e incluso por las actuaciones que éstos llevan a cabo. A muchos parece no importarle cuál sea el futuro de este país.

Es cierto que es totalmente comprensible que un ciudadano que ve a diario la cantidad de tonterías que el gobierno del país aprueba se sienta desilusionado e incluso desencantado con la política y todo lo que le rodea. Y no hablemos de la falta de educación, responsabilidad y compostura que manifiestan nuestros políticos en programas de televisión e incluso en el mismo parlamento. Pero, ¿eso justifica que tanta gente tenga la intención de no votar en unas elecciones? Las respuestas más comunes que se encuentran para esta actitud es que la persona no sabe cuál de los dos partidos principales es mejor o peor o que todos los partidos son igual de malos, con lo cual, ¿para qué votar si todos ellos persiguen el mismo fin (su beneficio personal)?

Mis palabras de este escrito no van dirigidas a rebatir ese objetivo, porque yo misma soy una de esas personas desilusionada y desencantada con los políticos de este país, sino más bien a intentar defender el ejercicio del derecho al voto en todas las elecciones que se convocan.

Para empezar, debemos tener en cuenta que el ejercicio del voto es un DERECHO, con lo cual nadie está obligado a votar en unas elecciones si no lo desea. Está claro que ir a depositar en las urnas el voto es una facultad y, por lo tanto, un acto totalmente libre y voluntario. No obstante, a veces se nos olvida que el derecho al voto también es un DEBER ciudadano, y, como ciudadanos comprometidos con nuestra sociedad, deberíamos asumir la responsabilidad democrática de elección que nuestra constitución nos ha otorgado.

Creo que, sobretodo el sector de la ciudadanía más joven, a veces olvida aquellas épocas históricas por las que España pasó en las que las decisiones las tomaba una sola persona o grupo reducido de personas y nadie más tenía ni siquiera voz y mucho menos voto. Entonces la población sí sabía apreciar la falta de libertad, no sólo para el voto sino para otras muchas cosas. De manera que si deciden tan sólo unos pocos nos quejamos, y…¿no podría pasar eso si todos pensáramos igual? ¿si todos ejecutáramos nuestro derecho a no votar? Decidirían tan sólo unos cuantos, como sucedía antaño. ¿Y qué pasaría si ese grupo reducido de personas decidiera reunir todo el poder de nuevo y quitarle a la ciudadanía los derechos que hoy día no ejercitamos?

Sinceramente, creo que la historia de nuestro país y el sufrimiento de nuestros antepasados se merecen el mínimo esfuerzo de nuestra parte de acudir a las urnas cada vez que se convocan elecciones. No creo que suponga tanto sacrificio ni que se requieran muchos conocimientos para decidir lo que a cada uno nos parezca la opción menos mala. Porque yo estoy de acuerdo en que ningún político es bueno. Creo que hoy día no existen en esas esferas personas honestas, honradas y de principios, capaces de no dejarse llevar ante ofrecimientos de beneficios personales muy golosos. Sin embargo, sí podemos decidir cuál, entre las distintas opciones, nos parece la menos mala. ¿Estamos tan ciegos que necesitamos que ocurra algún acontecimiento extremadamente doloroso para movilizarnos? ¿Tiene que suceder otro 11M para que nos decidamos a tirarnos a las urnas a ejercer nuestro derecho?

Y, llegados a este punto, se presenta el dilema de elegir el color de nuestra papeleta. ¿PP ó PSOE? Mucha gente se hace esta pregunta. Y bueno, al menos quien se hace esta pregunta quiere decir que no es incondicional de ninguna corriente y que no va a votar a un partido simplemente por el nombre que lleva por insignia sino por las decisiones y las actuaciones que lleve a cabo, por los problemas que resuelva en este país. Al menos la gente que se plantea si votar a un gran partido (por el número de votantes) o al otro tiene capacidad de decisión en este país, porque si todos fuéramos incondicionales de algún partido político, daría igual el programa electoral de cada uno de ellos. Lo hicieran bien o mal, siempre estarían gobernando los mismos.

Sin embargo, yo, que no me identifico plenamente con ningún partido político concreto, he llegado a la conclusión de que cada vez que tenga la responsabilidad de dar mi voto lo haré a favor de alguna corriente política minoritaria de este país. Y tengo varias razones para seguir este principio: Primero, porque, aunque intenten hacernos creer lo contrario, no aprecio grandes diferencias de contenido fundamental en el pensamiento y el espíritu del Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español. Segundo, porque cada vez que escucho algún debate parlamentario, normalmente los partidos minoritarios presentan un discurso más lógico, tal vez irreal o utópico, pero más acorde con mis principios. Quizás sea porque nunca han tenido en las manos el poder y no han tenido la tentación de la corrupción, pero de cualquier manera, se acercan más a mi ideología. Y en tercer lugar, porque no quiero que mi país se convierta en un estado sin alternativas políticas diferenciadas como sucede en USA. Los dos grandes partidos tratan de diferenciarse haciendo lo contrario de lo que propone o desarrolla el otro, más que por ideología propia. No quiero que España sea un partido de tenis en el que sólo intervengan dos jugadores opuestos. Quiero que en el parlamento se escuchen más voces, porque aquellos que saben que están lejos de alcanzar el poder piensan con más libertad, con menos ataduras, con más principios. Y, para mí, la democracia se enriquece con la pluralidad y la variedad de opiniones, porque veinte ojos siempre verán más que cuatro. Quiero que se escuchen todas las voces, aunque luego no sean las que decidan, pero quiero que sigan pensando y expresando que hay otras alternativas a las que representa la apisonadora del poder gobernante.

M10/08/2010

martes, 17 de agosto de 2010

Las especias que dan sabor a la vida.

El granito de sal del día.

A diario nos disponemos a mirar por la ventana de la crítica cuanto se posa delante de nuestra mirada. Hablar mal de los demás y criticar el mal funcionamiento de las instituciones se ha convertido en un hábito del que muy poc@s pueden escapar.

Es la postura más cómoda y además parece que la corriente actual nos arrastra a seguir manteniéndola: quejarse por todo parece que da cierto status de rebeldía, lo cual está bastante vanagloriado en esta sociedad.

Es evidente que todo es susceptible de ser mejorado y para poder llevar a cabo esa mejora a veces es necesario que otros ojos aporten su visión crítica. Si queremos que esa mejora se materialice se requiere una crítica constructiva donde no sólo se cataloguen los defectos o deficiencias detectados sino que, además, se propongan medidas de cambio que puedan incrementar el nivel de los resultados a conseguir. No se trata de machacar a nadie sino de hacer que las cosas funcionen mejor.

No obstante, se nos olvida que las críticas son para el bien de todos y no para el mal de la persona o la institución contra la que se dirigen. Y así estamos generando un malestar no sólo en el otro, sino también en nosotr@s mism@s, ya que nos cargamos de mal humor y malos sentimientos. No somos conscientes de que, aunque las cosas podrían haberse hecho mejor, también podrían haberse hecho mucho peor. No valoramos los esfuerzos y los resultados que, aunque mejorables, se han conseguido y ya son una realidad.

Si supiéramos el empuje y la energía que aportan unas simples palabras de aliento a quien ha luchado y se ha esforzado por algo, seguramente tendríamos la delicadeza de dar alguna palmadita más en la espalda de vez en cuando. Porque el reconocimiento a las cosas bien hechas y al esfuerzo de superación supone el mejor premio que una persona puede recibir. Muchas veces un gesto de sinceridad positiva y amabilidad puede ser el impulso a la motivación, el condimento que le da sentido al día, y desde ahí, se puede construir ese mundo mejorado que todos deseamos.

X07/07/2010

lunes, 9 de agosto de 2010

Oferta de suavidad

Maldito roedorrrrrrrrr

El siglo de las libertades y el día a día de las dictaduras

Me despido un viernes de Julio del Ayuntamiento donde trabajo para cogerme una semana de vacaciones. Pero cuál es mi sorpresa que minutos antes de salir por la puerta el Sr. Alcalde de éste, su Ayuntamiento, hace una llamada telefónica desde donde quiera que se enconte disfrutando de sus vacaciones para que me den la noticia de que el lunes debo pasarme por el Ayuntamiento a trabajar.

¡¡¡¡¡Taravíqueteví!!!!!!! Eso fue lo primero que pensé cuando me llegó el mensaje de boca de su mano derecha, aunque, debido a que factores educativos tienen cierto peso en mi formación, contesto con la verdad de forma eufemística: “me es imposible venir el lunes al Ayuntamiento porque en unos minutos saldré de viaje y voy a estar fuera toda la semana” (para algo le he pedido a mi jefe la semana de vacaciones, digo yo, ¿no?).

Algún compañero de trabajo ya me había advertido previamente que tenían la intención de fastidiarme las vacaciones, pero yo me sentía muy segura de mí misma y sabía que el Alcalde, aunque lo creía capaz de tener una intención tan sucia, no tenía potestad sobre mí ni sobre mis vacaciones ya que mi jefe más directo es el alcalde de otro municipio cercano y no él.

Pues efectivamente, tomo rumbo en dirección a la playa cuando a mitad de tarde recibo una llamada telefónica de mi jefe preguntándome que si hay algún problema con mis vacaciones: el Sr. Alcalde lo había llamado por teléfono para fastidiarme las vacaciones sin motivo alguno, tan sólo porque a él se le había antojado que quería dejar terminado un asunto a finales de julio cuando el plazo para resolverlo finalizar en Septiembre.

Entonces me dí cuenta de hasta dónde son capaces de llegar algunas “personas”: esos que llegan al poder por el azar del resultado de unas elecciones, la mayoría de las veces dominadas por una demagogia desbordante, incontrolada e incontrolable. Ser alcalde parece que para algunos significa ser el amo y señor del cortijo que es su pueblo. Pareciera que aún pervivieran en este siglo los antaños señoritos andaluces. Y lo peor de todo es que encima se venden como socialistas, de izquierdas, como aquellos que defienden y protegen a la clase más débil, a los trabajadores, a los más pobres…¿Pero se puede ser más mentiroso? ¿Más analfabeto? ¿Más mala persona? ¿Más sinvergüenza?

La verdad es que aquella tarde el dichoso alcaldito logró que me estuviera acordando de él durante varias horas y no paraba de preguntarme por qué hacía una cosa así, por qué no había pospuesto él sus vacaciones para resolver el asunto si tanto interés tenía en él. Además, no entendía por qué no me había dado la cara, por qué no me había llamado por teléfono él directamente en vez de hablar con mi jefe para que éste intentara desautorizarme mi semana de vacaciones. Para millones de cosas me llama sin ningún problema.

De todos modos, cuando hablé con mi jefe creo que lo convencí de que no había razón alguna para interrumpir mis vacaciones, que se trataba de un antojo del alcalde y no tenía motivo alguno para hacer una cosa así y que, además, el Ayuntamiento no había reunido aún la documentación necesaria para resolver el asunto, así que pude disfrutar tranquilamente de las conflictivas vacaciones.

Pero tras mi reincorporación al trabajo decidí hablar cara a cara con el Alcalde para pedirle explicaciones por su conducta y mostrarle mi malestar al respecto. Simplemente le dije directamente que por qué había intentado fastidiarme las vacaciones llamando a mi jefe y si tenía el algún problema conmigo ya que no entendía por qué no me había llamado él por teléfono como había hecho en otras tantas ocasiones.

Pero atención, señores, el Sr. Alcalde de éste, su Ayuntamiento, negó haber intentado fastidiarme las vacaciones y va y me dice que tan sólo llamó a mi jefe para ver si tenía controladas mis vacaciones, que él no tiene ningún problema conmigo. ¿Pero se puede ser más falso, más hipócrita y más cobarde? ¿Cómo se puede negar lo evidente? ¿Se cree que todos somos tontos?

Pues esta clase de PERSONAJES son los que nos gobiernan, señor@s, los que creen que una alcaldía es un poder ilimitado y sin condiciones que les da capacidad para hacer y deshacer a su voluntad todo lo relacionado con su pueblo, con el personal que trabaja en su Ayuntamiento (aunque ni siquiera sea personal suyo), los que tiran la piedra y esconden la mano, los que piensan y actúan como si todos los trabajadores estuvieran sometidos a su autoridad como si fueran siervos o esclavos a su servicio, los que creen las leyes se las pueden saltar con la adopción de un simple acuerdo de la Junta de Gobierno o de un Decreto de Alcaldía…

Y son éstos los mismos que unas semanas antes de ganar unas elecciones se venden como personas humildes, sinceras, trabajadoras y democráticas, partidarias de hacernos la vida mejor, de defender nuestros derechos e intereses. Son los lobos con piel de cordero con los que día a día nos cruzamos y contra los que siempre me rebelaré, porque seguirles el juego nunca formó parte de mi ser y porque mis circunstancias personales a día de hoy aún me permiten luchar por mis principios.

V06/08/2010.

jueves, 5 de agosto de 2010

Las palabras se las lleva el viento.... aunque estén escritas.

Carta a un desvergonzado

Estimado Sr. desvergonzado:

A la vista del comportamiento que has manifestado libremente ante mi encargo de reportaje de video y fotos de mi boda, procediendo a rescindir el contrato firmado previamente bajo las condiciones acordadas exclusivamente por tu parte, me gustaría agradecerte tu forma de actuar.

Me habría gustado hablar contigo a la cara, o al menos por teléfono cualquier incidencia, queja o desacuerdo que hubieras tenido, pero a la vista de que parece que no tienes la valentía, el coraje o simplemente no te apetece decir las cosas de viva voz, yo lo haré de la misma forma y también lo haré por escrito; porque cuando alguien no está dispuesto a escuchar ni a considerar las opiniones de los demás no merece la pena perder el tiempo hablando.

Como te dije cara a cara, si decidí encargarte mi reportaje de boda fue porque confiaba en ti y en tu trabajo. No obstante, a la vista del contrato (total y absolutamente desproporcionado y abusivo por tu parte, según mi opinión) que me presentaste a la firma y ante tu rechazo a incluir en él ningún tipo de consideración hacia mis intereses me di cuenta de que tu compromiso, tu responsabilidad y tu profesionalidad quedaba clara y contundentemente en entredicho. Tal y como te dije, firmé ese contrato porque confiaba en ti y en tu profesionalidad, aún sabiendo que firmándolo yo renunciaba a todos mis derechos y, por supuesto, no podría reclamarte nada en un hipotético incumplimiento por tu parte. Pero decidí confiar en ti a pesar de que tú no hiciste lo mismo conmigo. Y como dice un refrán … “quien no se fía no es de fiar”.

Ese contrato me parece desproporcionado, inexacto y abusivo por los siguientes motivos:

1) Además de tener una redacción que deja mucho que desear, sólo incluye como objeto del contrato el reportaje de video (no incluye el reportaje de fotografía, a pesar de que pone que se entregan 2 álbumes digitales de 15X20 y un álbum digital de 30 paginas).
2) No se fija una fecha o un plazo máximo de entrega del material. Con lo cual, la empresa podría hacer entrega del mismo cuando le venga en gana.
3) La empresa puede dejar tirado al cliente en cualquier momento sin tener éste capacidad de defender sus derechos, ni recibir ningún tipo de indemnización o compensación. Sin embargo, si el reportaje no se realiza por causas imputables al cliente sí tiene un coste económico para él.
4) A pesar de que habíamos hablado previamente que habría un desplazamiento a Tíjola para grabar y fotografiar al novio y todo estaba incluido en el precio global inicialmente acordado, el contrato obliga a pagar los desplazamientos que se hagan y superen un radio de 25 km.
5) Según el contrato, el precio se entiende sin IVA, por lo que, en cualquier momento la empresa podría exigir a parte el pago del IVA ya que es lo que se establece legalmente (superando el importe total la cantidad que previamente se había acordado).
6) Se pone un precio extra de 170 euros en caso de grabación adicional en la celebración sin especificar nada más. Ello podría dar lugar, si la empresa así lo decidiera, a cobrarle al cliente esa cantidad por cualquier concepto que ella pudiera inventar, sin poder opinar o reclamar nada el cliente.
7) Las rectificaciones, según el contrato, corren a cargo del cliente siempre que no sean responsabilidad de la empresa, lo cual implica que cualquier sugerencia de cambio de cualquier detalle del reportaje de video o el montaje de fotografías tendría que ser pagado por el cliente si la empresa así lo decide, dejando a éste sin ninguna capacidad de decisión. O de lo contrario, tendría que abonarlas.

Realmente, me quedé más sorprendida de tu actitud que de lo que ponía el contrato, porque cuando uno es responsable y está dispuesto a cumplir lo que se compromete a hacer de palabra, si realmente está dispuesto a cumplirlo, no teme plasmarlo por escrito. Ahora bien, cuando uno está dispuesto a acogerse a cualquier razón o motivo más interesante para no cumplir la palabra nada a un cliente, entonces (como fue tu caso), uno se niega a firmar nada que signifique el más mínimo compromiso de cumplimiento, que implique responsabilidad y, por ende, profesionalidad.

Bueno, yo saco una valoración positiva de todo esto y es que, además de haberme quitado de encima un contrato totalmente abusivo y desproporcionado que pudiera haberme traído más de un disgusto si las cosas no te hubieran sido favorables a ti, en tan sólo 24 horas desde que recibí tu carta con la rescisión del contrato, he podido resolver el problema que me habías generado con ella. Está claro que esto que me has hecho, dejarme tirada ahora, lo podías haber hecho dos días o una semana antes de la boda y habría sido mucho peor. Y si me lo has hecho a mi, se lo puedes hacer a otros clientes.

Ahora me doy cuenta que el problema de todo esto fue mío, por confiar ciegamente en ti y ni siquiera plantearme ver por otros sitios si podrían hacerme el mismo trabajo con más garantías. Y ahora, tras haberme forzado a hacerlo, me he dado cuenta de que, efectivamente, existen en el mercado verdaderos profesionales, que no temen poner por escrito todo a lo que se comprometen. Como es lógico, he tenido que echar mano de una empresa de otra localidad que me ofrece un reportaje de video similar al que tú me ofrecías, con dos cámaras también y abierto a cualquier tipo de sugerencia o rectificación por mi parte sin coste adicional. Y además, he conseguido un reportaje fotográfico más amplio y creo que de mayor calidad, disparado entero en formato Raw + jpeg el cual también tendré en DVD para mí. Es más, no sólo me incluye un álbum grande y dos pequeños para la familia, sino que además está incluido un reportaje fotográfico de los novios otro día en la playa que elijamos (que será en Cabo de Gata), sin tener que pagar ninguna cantidad extra ni kilometraje. Y encima por 100 euros más barato del precio que tú me ofreciste.

Así que al final creo que hemos salido ganando los dos: tú, porque te has quitado una responsabilidad de encima que parece que te pesaba mucho (a pesar de que lo tenías todo de tu parte) y yo, porque he encontrado un mejor precio por un trabajo global de mayor calidad y más completo. Me parece que las únicas que han salido perdiendo en este caso han sido tu profesionalidad, tu credibilidad y tu reputación, pero creo que a eso sólo has contribuido tú.

Pues nada, me despido agradeciéndote tu forma de actuar y aclarándote que no debes mandarme cartas recordándome que estás a mi entera disposición porque ya he comprobado que eso no es así.

En Baza, a 17 de Marzo de 2010.