Época de vacaciones por excelencia. La temporada de verano es cuando la mayoría de la gente aprovecha para disfrutar de sus vacaciones, aunque también puedan surgir descansos laborales en otras épocas del año. Y, a día de hoy, las VACACIONES casi siempre son sinónimo de VIAJE.
Aún recuerdo mis primeros años de niñez e infancia, cuando sólo unos cuantos españoles podían permitirse el lujo de irse de viaje. Es más, mucha gente de mi entorno ni siquiera disfrutaba de hecho de un mes de vacaciones en el trabajo porque, aunque la ley estableciera tal derecho, la realidad era que los trabajadores, por miedo a perder su empleo, se quedaban sin vacaciones. Otros, si tenían algún día libre en el trabajo lo utilizaban para trabajar en otros asuntos particulares (arreglar la tierra, recoger aceituna, etc).
Lo más habitual en mi familia fue disfrutar de algunos días de playa como domingueros, haciendo viaje de ida y vuelta en el mismo día y, por supuesto, pegados a la nevera. Algunos años más tarde mi familia avanzó algo más y llegamos a permitirnos alquilar un hostal y disfrutar de la playa durante dos, tres o, a lo sumo, cuatro días. No obstante, recuerdo lo bien que nos lo pasábamos y con qué ilusión esperábamos que llegara la fecha para hacer la maleta y salir corriendo. No íbamos a hacer nada nuevo, ni íbamos a descubrir ningún lugar, simplemente a divertirnos pegándonos un chapuzón y a pasar el día en la playa.
Hoy día sin embargo, las cosas han cambiado tanto que parece que no ir de viaje en vacaciones es un hecho anormal y extraño, tanto, que en ciertos ambientes puede dar la sensación de que quien no viaja es inferior y hasta excluido social. Hay que viajar casi obligados por esta social, lo cual ha hecho que se pierda cierta ilusión y encanto.
Pero, ¿qué se busca con tanto viaje y además a sitios tan aglomerados de gente? No hay nada más que escuchar a la gente de nuestro entorno o ver los habituales programas de televisión sobre destinos turísticos para darnos cuenta de que la mayoría de los mortales disfrutan yendo a pueblos y ciudades masificados.
Y entonces me surgen una serie de dudas y preguntas a las que no encuentro respuestas convincentes desde mi humilde punto de vista: ¿Para qué tantas horas de vuelo con el fin de encerrarse en un complejo hotelero de Punta Cana, por ejemplo, del que no conviene salir porque las condiciones sociales y económicas del exterior son deprimentes y peligrosas? ¿Para bañarnos en aguas cristalinas custodiadas por una red continua que impide el paso de los tiburones? ¿Para hacer uso de la famosa pulserita-todo incluido y poder comer y beber durante todo el día hasta explotar?
¿Para qué visitar destinos típicos por excelencia en el extranjero, donde encuentras más españoles que en tu propio país como por ejemplo Malta? ¿Para sentirnos como en casa? ¿Para tener buen tiempo como en casa? ¿O para decir que hemos estado donde todo el mundo ha estado y no sentirnos inferiores?
¿Y de qué forma nos gusta viajar? ¿Por gustan tanto los viajes organizados de las agencias? Estamos tan hartos de que nos ordenen y organicen el día nuestros jefes a diario y ¿luego nos vamos a que una agencia nos ordene a qué hora levantarnos, dónde, cuándo y qué comer, qué sitios visitar…….? ¿Realmente creen que eso es conocer un país o una ciudad? ¿Realmente es preferible ir en rebaños de gente como los borregos para visitar un lugar a sentirnos libres en él?
La verdad es que muchas veces me he preguntado por qué viaja la gente ya que yo soy una persona viajera por naturaleza y no alcanzo a descubrir los fines que la mayoría buscan en sus destinos.
Sólo puedo decir que para mí el desplazarme a lugares desconocidos y descubrir su esencia es un placer y además una necesidad. Mi naturaleza interior, consciente o inconscientemente siempre ha disfrutado conociendo (gente nueva, lugares nuevos, costumbres y tradiciones desconocidas….). Además considero el placer del viajar como un camino a trazar por uno mismo, donde la libertad y la suerte de la aventura hagan conocerte mejor a ti misma a través del descubrimiento de otros lugares, otras gentes, otros hábitos, otras formas de concebir la vida. Pero creo que para conocer la esencia de otras culturas las agencias de viajes no son el mejor instrumento ya que su finalidad es vender comodidades para sus clientes y no tanto mostrar culturas y realidades que pueden ser un tanto incómodas y desagradables para personas que no están dispuestas a sacrificar su estado de bienestar absoluto para conocer otras formas de vida no tan confortables.
Para mí viajar es otra cosa: es tener la libertad de elegir dónde ir cada día, decidir qué comer y a qué hora, encontrarse espontáneamente con gente del lugar en sitios que habitualmente los lugareños frecuentan, es disfrutar de la gastronomía propia del lugar y no una adaptación de la misma a los gustos del viajante, es dejarse llevar por el horario local… Pero sobre todo y ante todo es descubrir cómo somos capaces de desenvolvernos en esa otra cultura, identificar qué sensaciones y sentimientos despiertan esas nuevas circunstancias en nosotros, aprender de la experiencia y en definitiva conocernos a nosotros mismos un mejor. Por todo ello, siempre he pensado que viajar con libertad y sin organización exterior aporta un bagaje tan importante y supone una formación personal de tanta trascendencia que ninguna escuela ni universidad podrá jamás ofrecer.
V26/08/2010